Siempre pienso en Lezama como en un escritor de una riqueza visual única. Una fuente inagotable de imágenes, de percepciones sinestésicas. Imágenes que pueblan sus libros en proporción más alta que, quizá, cualquier otro escritor de la lengua. Es lo contrario de la mesura de un Jorge Luis Borges, con su administración sabia (burguesa podría decirse) de la lengua ... léalo aquí
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