La
quinta edición de Pinta Nueva York está marcada por dos ejes derivados de la
misma naturaleza del arte latinoamericano: profundidad y heterogeneidad. Hace cinco años, el
lanzamiento de esta feria de arte moderno y contemporáneo sin equivalente se
caracterizó por la elegancia de una instalación que reveló la creación latinoamericana desafiando los estereotipos, e hizo énfasis en la abstracción
geométrica que atravesó el continente de sur a norte. Ahora, habiendo logrado
consolidarse, la atmósfera de Pinta es familiar y, en la vasta producción
artística que abarca, destaca la profundidad de su perspectiva expositiva.
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Faivovich & Goldberg: Meteorit El Taco - Planetarium view |
Este signo marca tanto
la sección curada por el crítico italiano Jacopo Crivelli Visconti con galerías
invitadas que presentaron a Faivovich & Goldberg y Patricio Larrambebere
(Argentina), Iván Candeo y Claudio Perna (Venezuela), Eder Santos, Fernanda Gomes
y Lygia Pape (Brasil); Jonathan Hernández (México), y Rómulo Aguerre (Uruguay);
como las propuesta de galerías que optaron por proyectos con una visión
curatorial.
Espacio Mínimo reunió
obras de artistas de diversas generaciones y países –Liliana Porter, Felipe Cortés y Gamaliel Rodríguez, particularmente- apostados en el límite entre
representación y realidad, y en la tensión paralela entre arte y poder.
Artepuy dedicó la mitad de su espacio a nuevas exploraciones de Cecilia Paredes que fusionan lo ornamental y lo expresivo: sus instalaciones abstractas
atribuyen a objetos naturales estados afectivos como la melancolía. Nohra Haime
Gallery exhibió piezas de diversas épocas de Antonio Seguí: sus reapropiaciones
de clásicos renacentistas, tanto como su iconografía del hombrecito de sombrero
demodé que camina en alguna urbe pululante donde todo es caos y aislamiento.
Cecilia Paredes: African weaved raffia and porcupine quill |
Las indagaciones de los
artistas exhibidos por Crivelli abarcan desde lo minimalista hasta el viaje
como estrategia y metodología conceptual que incluye las documentaciones de
performances. De ahí el blanco espacio donde la brasileña Gomes (Galeria Graça Brandão), funde
materiales prosaicos como la cinta adhesiva, con su poderosa obra abstracta de
gestos mínimos, y desvanece el límite entre la pared y el cuadro, integrando el
espacio circundante a una geometría que interroga la frontera de la mirada. O
las
documentaciones de los viajes e intervenciones en el espacio público que
reflejan el modo en que el venezolano Claudio Perna (Henrique Faria
Fine Art),
desafió
el mapeo y la hegemonía artística y política de su tiempo. La retícula cuadrada
que paseó de la urbe al desierto, y los rectángulos de color cortados en tela
que usó como pintura flotante sobre el cuerpo masculino desnudo e inmerso en
parajes naturales, contaminaron con la materia de la vida y su desorden la
impoluta geometría cinética.
En los dos extremos de
los proyectos curados por Crivelli se presentaron instalaciones del brasileño
Eder Santos (galería Celma Albuquerque) y del venezolano Iván Candeo (La
Oficina) quienes comparten la alusión mediática y la transferencia de las
formas de representación provenientes de la informática o la comunicación
masiva al campo artístico. Pero sus zonas de exploración son de signo opuesto.
Santos usa una ingente cantidad de monitores, la mayoría en desuso, para
reproducir la imagen de perros filmados encerrados en una caja con una pared de
vidrio, como las mismas pantallas. Su interés no es observar su conducta sino
la reducción de toda realidad a un juego de imagen encerrado en una caja, que
también refiere al “cubo blanco” donde la observa el espectador. Candeo recurre
al viejo formato del “prompter” -usado para leer mensajes durante grabaciones
de televisión- para reproducir fragmentos de discursos pronunciados por líderes
ante las masas. Al escribirlos al revés representa irónicamente la perversión
de la historia como eco invertido de las declaraciones políticas. También usa
monitores de televisión que reproducen la parafernalia mediática que rodea a
las figuras políticas en contraste con la monotonía de las expresiones. La obra
recrea cómo, independientemente de la variación de los discursos, el poder es
homogéneo: se reproduce a sí mismo y vacía todas las palabras de sentido, o las
convierte en una ficción que tampoco importa descifrar.
El desvanecimiento de
las fronteras entre lo real y lo falso a partir de la representación que
igualmente revela su propia artificiosidad, o la relación entre medios masivos,
representación artística, e historia y ficción, es clara en el proyecto con
obras del mexicano Johnatan Hernández (Nara Roesler) y sus especulaciones
históricas que utilizan y subvierten la información de medios impresos; o en el
proyecto de Faivovich & Goldberg (Cosmocosa), desarrollado a partir de las
narrativas que desató el hallazgo de un meteorito en Argentina y sus rastros
gráficos.
También está presente en el modo en que Gamaliel Rodríguez imita la
estética de un grabador decimonónico con bolígrafo azul para representar
documentalmente casas reales relacionadas con el narcotráfico o con las armas
de destrucción masiva. Felipe Cortés usa a su vez la metodología de un
detective privado para seguir las pistas de unos falsificadores por varios
países recurriendo a retratos hablados y otros medios como la ampliación de
gráficas con tinta de sello o tampón. Son sólo ejemplos del modo en que Pinta 2011,
abarca también las reapropiaciones que el arte contemporáneo hace de lo
documental instaurando otras visiones.
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